viernes, 27 de agosto de 2010

Oh Dios! Quienes son los que ocultan tu Amor? Mi distancia a Vos
es tu don, como podría yo ofenderte?

Simplemente en tren de antropomorfizar a Dios me voy a tomar la libertad de antropomorfizarlo a mi manera. Disculpen, pero es la única forma en que puedo acercarme a tamaño Misterio.
Como puede ser que describamos a veces nuestra relación con el Otro en términos de el Amor, estar enamorados, Él es infinitamente misericordioso, nos busca, nos desea, nos cuida, nos ama...
y al mismo tiempo sostener un temor rayano en el más puro terror y pánico?

El amor es enemigo del miedo. Y es a partir de la dulzura de ese amor, no del terror al mismo desde donde se puede construir algo más real que un simple voluntarismo piadoso.
No puedo imaginarme a mi Amad@ pendiende de cada uno de mis tropiezos más que para asegurarse de que no me lastime. Y en cambio he aquí que Dios en cambio frente a cada tropiezo mío está pendiente del daño...que yo le proporciono a Él como ofensa.

De donde salió esta idea? No tengo acá los datos históricos, pero se que se fueron aglutinando distintos conceptos y con eso se construyó un andamiaje lógico coherente. Pero también se podría haber partido de los mismos supuestos e ir incorporando otros conceptos y se hubiera llegado a otro andamiaje también coherente. Y muchos de esos conceptos que contribuyeron a ese armado no son necesariamente evangélicos sino tan solo humanos, más específicamente acordes a una experiencia humana de un determinado tiempo. No a todo el mundo se le ocurre que la magnitud de la ofensa se mide por la dignidad del ofendido. Me permito decir que eso solamente se puede concebir en una sociedad en la que existe la creencia en seres humanos más dignos y menos dignos. Ya eso para mi da un contexto erróneo. Luego la extrapolación de ese concepto meramente humano a la realidad de Dios, vaya antropomorfismo si lo hay. Y además de todo eso una construcción que pide a gritos soluciones increíbles para tapar las propias falencias de esa lógica. De la dignidad del ofendido a la magnitud de la ofensa, del daño hecho a la necesidad de reparación de ésta a la imposibilidad nuestra de repararlo -dada nuestra contingencia y finitud- y de ahí a la necesidad de un ser Infinito para reparar la ofensa.
La navaja de Occam. Porqué buscar soluciones tan complicadas para esto? Occam dice que de todas las soluciones planteadas a un problema, la más simple es probablemente la correcta. Agrego además que Occam fue un franciscano.
Encuentro dificil sino imposible cargar en cada paso de nuestra contingencia/existencia la posibilidad de incurrir en una ofensa infinita con todo lo que ésta trae aparejado. No creo que estemos preparados para esto. Acaso descansa allí una enmascarada soberbia que nos hace creer que somos capaces de eso?
Por lo tanto me parece que existen otras maneras de resolver la cuestión. Más simples, más amorosas y que no dejan tantos cabos sueltos como la arriba mencionada. Creo que en la línea de Dios mirando nuestro paso sino para cuidar que no nos lastimemos se abren interrogantes más amables y no por eso menos exigentes. En tren de antropomorfismos, el dios tan preocupado por su dignidad parece una pobre proyección de nuestras propias veleidades. Saludos