viernes, 25 de marzo de 2011

La Ley es el fallo del amor.
El amor no tiene garantías.
El escándalo no es fruto del amor
La Ley es el miedo al amor
El amor es la ley del Espíritu

El Cristo es la Palabra de Dios dicha al hombre.
El Cristo es la regla de medida de las cosas
El Espíritu da la Vida a la Palabra

El Espíritu habla al corazón
La Palabra lo transforma
La Palabra divide y no divide
El Espíritu une
La Palabra no busca la razón
El Espíritu la ennoblece
Le quita su ansia de dominio

El espíritu conoce al Espíritu
La razón no conoce la Palabra
La Palabra por el Espíritu
es lo Posible

jueves, 10 de marzo de 2011

Pablo Sebastián

Miércoles de Cenizas. Conviértete y cree en el Evangelio.

No era el templo habitual al que concurro. Sin embargo, había ido un par de veces lo que me permitía ver que la concurrencia era más nutrida que lo habitual. Probablemente el doble de gente que los domingos. Luego de la homilía, cuando llegó el momento de la imposición de las cenizas, me llamó la atención que era la primera vez que tuve registro de ver toda la asamblea yendo hacia el altar. Nadie quedó afuera. Las cenizas eran para todos.
Unos minutos antes del saludo de la paz, alguien entró a la iglesia y se paró en el banco delante mío. Un indigente que estaba en un estado deplorable. Comenzo a vivar al sacerdote, no estoy muy seguro si sabía donde se encontraba ni si sabía el nombre del celebrante pero gritaba "Luis, Luis!!". Esto me produjo una sensación bastante extraña porque Luis es mi nombre. En el saludo de la paz le tomé las manos y lo miré. Balbuceó algo como que se drogaba y que había pasado por muchas cosas en la vida. La incomodidad de la feligresía circundante era notable.
Cuando llego el momento de comulgar me pregunté si debía ir con él al altar a comulgar. Invitarlo. Sería apropiado? Seguramente no se había confesado. Riesgo de sacrilegio? Que dicen las normativas en estos casos? Tomé la resolución de ir a buscarlo y acercarnos juntos al altar. Al principio me miró con desconfianza. Me dijo que yo era malo y no entendía si yo lo estaba provocando. Pero accedió y allí fuimos. Supuse que el sacerdote tendría que resolver la cuestión y no sabía cual sería el resultado. Finalmente nos dio la Comunión a los dos. Nos retiramos y nos abrazamos. Yo lloraba. Lloré hasta terminar la Misa, no pude parar. Y el aluvión de pensamientos y sensaciones, la imposibilidad completa de significar lo que acababa de ocurrir me superó. Todavía lo hace.
La homilía hablaba de no ostentar y recogerse en lo secreto frente al Señor. No desfigurar la cara para mostrar el ayuno. No estoy seguro de que hice yo. Me sentí impulsado a abrazarlo y llorar en su hombro. Me pregunté que me diferenciaba de él en el corazón. Tal vez él es un posible futuro mío? Seguramente parte de su estado se deba a malas decisiones propias. El es victima? Victimario de si mismo? Es relevante todo esto? Era relevante que no se hubiera confesado? La Comunión es para todos? Especialmente para los más heridos me pareció en ese momento.
No somos todos heridos? Este hombre -me costó entender que atrás de los ojos cerrados y casi tuerto, atrás del mal olor y la suciedad y los dientes rotos había un hombre- no era igual a mi?
Mi contacto con él tal vez solo fue tangencial. Quizás una vez más el dio y yo recibí. Pablo Sebastián es su nombre. No se donde pasó la noche.