Las personas son básicamente malas y se van puliendo y mejorando con trabajo. Las personas son básicamente buenas, la maldad es algo que oscurece la bondad innata del ser humano.
Somos buenos? Malos? Existen “los malos”, “los buenos?” El Evangelio propone bajo el signo del perdón la posibilidad de trascender esa dicotomía, no negarla, sino incorporarla en todo caso como sustancia del trabajo a realizar en el perdón.
El perdón da al que perdona y al perdonado la posibilidad de ser otro que el de siempre. Corta esa retroalimentación que es la construcción del propio ser y su posibilidad a partir de la mirada fija del otro, rompe ese ensimismamiento mutuo de fijezas que encierra y construye al mismo tiempo quienes somos. A partir del perdón, el que es perdonado puede permitirse un devenir distinto y el que perdona puede liberarse de la carga de construir al otro.
Eso me lleva a pensar que si la idea es romper ese círculo vicioso de construcción del otro, entonces es un proceso, uno no es sino un devenir
La herramienta:
La gracia.
lunes, 14 de junio de 2010
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