En cosas que no son importantes la Iglesia mantiene una mirada cercana y precisa sobre nosotros, en otras, muchas, de las importantes, aquellas en las que se nos juega la plenitud misma de nuestra vida y la plenitud de nuestra entrega a Jesús no encuentro tanta participación y preocupación, ahí terminamos quedándonos solos para resolver los grises...
Podemos encontrar "normativas precisas" respecto a nuestra sexualidad, a que tan aplicados somos en los ritos, en las formas en que llevamos adelante nuestra vida religiosa.
Ahora bien, en todas esas pequeñas faltas, materias parvas, pecados veniales, faltas de confianza, de calma, de sensatez, exceso de celo, ira, frustración, sutiles faltas de verdad, la cotidiana incapacidad de encontrar puntos justos...en esas sí que quedamos al arbitrio de nuestra conciencia. Y en estas pequeñas acciones que inundan toda nuestra vida, que la constituyen y que la van definiendo a lo largo del tiempo para bien y para mal nos encontramos a "la buena de Dios"
Para bien porque que mejor que estar en sus manos!, para mal porque dónde sino en comunidad, apoyo y búsqueda común es que encontramos el mejor camino? en comunidad porque bien está dicho que "donde dos o más estén reunidos en mi nombre yo estaré entre ellos"
Es en este ámbito donde florece la experiencia cristiana. En las pequeñas decisiones se cuecen las grandes. Éstas son el corolario de un proceso lleno de éstas pequeñas vivencias. Cuanto más poderosas cuanto son numerosísimas.
Las faltas grandes, cuanto más grandes son más esporádicamente ocurren, cuando son faltas muy grandes y encima son periódicas, solemos hablar de patología más que de falta. Pero las pequeñas, las que parece que no nos alejan del Camino. En ellas reside la respuesta. Es ahí donde el Evangelio en vez de ser un código estricto de leyes es la puerta de paso del Espíritu hacia nosotros y de nosotros hacia el Espíritu. Es en esas pequeñas elecciones que quedan fuera de la mirada de las personas de afuera donde se juega el verdadero partido. Es la rajadura del andamiaje de la ley, al justamente estar "más alla" del alcance de la ley. Por eso el Evangelio dice que cada uno va a ser juzgado desde la Palabra que resuena en su interior.
No quiero dejar la impresión de que las faltas grandes no son merecedoras de atención, al contrario, creo que lo son, pero más como obstaculos que hacen más dificil la percepción de lo correcto en el ámbito de lo pequeño. Vamos, a cualquiera se le hace fácil ver un elefante en un living pero no es tan fácil encontrar una hormiguita en el piso de la cocina...
Quiero decir con ésto que las faltas graves empañan los anteojos de la conciencia. Por eso tenemos que cuidarnos de ellas. Pero los anteojos empañados se limpian. Las faltas pequeñas por su pequeñez se pasan por alto.
Las grandes faltas que muchas veces son las que es necesario "confesar", las que "nos podrían condenar para siempre", aquellas a las que tantos han dedicado mucho tiempo y atención, no son importantes en sí mismas sino en tanto empañan la mirada, nos lastran por demás y a la larga obstaculizan el florecimiento de las cosas verdaderamente importantes...las pequeñas
jueves, 28 de octubre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario